Hoy, estoy de nuevo aquí, paseando por esta playa solitaria, la misma que nos unió en aquella noche...
Todo parece igual... El mismo aroma que envuelve la brisa, esa mezcla de olor a salitre, a arena y mar y el mismo color de la noche en azul zafiro, engalanado de estrellas... Hoy todo vuelve a ser como aquella noche, en la que nos entregamos al amor y a la carne por primera vez.
¿Sabes? Vuelvo a recordarlo todo, con detalle: Cada instante, cada momento, como si una película se repitiera en mi cabeza meticulosamente y nunca se quisiera borrar. Me parece estar viendo tu cara, tus ojos clavados en mí... admirándome, haciéndome sentir tan deseada. Todo el mundo quiso que me olvidara de ti, de esos momentos tan nuestros, que no me torturara a cada instante, pero yo sigo viniendo a esta cala, cada noche, sólo para recordarlo y para nunca olvidarte, amor mío... ni esta playa que me vuelve a traer a ti una y otra vez.
¿Te acuerdas? Éramos apenas unos críos y teníamos tantos sueños, un futuro por delante y nada ni nadie más a nuestro alrededor. Entendiéndonos, descubriéndonos... Aquella noche nos decidimos, estaba más que planeado, intentando disimular nuestros miedos, nuestras inseguridades, nuestra excitación, pero rotundamente convencidos... de una vez por todas, nos entregaríamos a la pasión, haciendo el amor por primera vez.
Siempre me cuidaste como a una princesa, pero esa noche aun con mayor intensidad, con suma delicadeza, con todo el corazón enamorado mientras yo, respondía entusiasmada a tus caricias, jugando con tus manos, con tus labios, aquellos que me regalaban el elixir que emanaba de ti...
Desnudamos mutuamente nuestros cuerpos adolescentes y descubrimos por primera vez esa desnudez, la de fuera y la de dentro en una vergüenza compartida y el placer de hacerlo enamorados. La noche y la pasión hicieron el resto, percibiendo olas y olas de placer, las mismas que acompañaban a nuestros cuerpos desnudos, adivinando el placer del otro... revelándolo. En poco tiempo desaparecieron nuestros miedos, aquellos que no podían enturbiar una noche tan mágica, un momento inolvidable.
Me concediste tu cuerpo y el mío te perteneció con la misma entrega, con la misma fuerza... Siempre soñamos ese momento, pero llevarlo a la realidad superó todas las expectativas. Nunca supe cómo sería mi primer orgasmo en manos de alguien que no fuera yo misma y esa vez tuve la gran fortuna de conocerlo a través de ti, de tus manos, de tu boca, de tu sexo...
Me llega vivamente el recuerdo de cuando desnudos nos quedamos sentados a la orilla, en silencio, tras aquella… nuestra inolvidable primera vez... observando cada una de las olas que llegaba jugueteando hasta nuestros pies entrelazados.
Y estoy viendo el momento en el que me invitaste a que juntos nos bañáramos en aquella negra noche, en aquel oscuro mar, al que preferí no adentrarme, si no esperarte en la orilla para observarte mientras tú lo hacías, pues el agua siempre me dio miedo pero a oscuras aun más y no me atreví a bañarme contigo... a compartir ese momento junto a ti. Observé como tu figura se confundía entre la espuma sobre las olas que iban y venían, riendo contigo mientras nadabas saltando igual que un delfín en aquel agua tan fría y poco a poco desaparecías mientras intentaba adivinar tu hermoso y atlético cuerpo bañado por las estrellas y el enérgico mar.
El resto que me queda del recuerdo es la amargura, la angustia… los momentos dolorosos de no ver tu regreso... de esos minutos eternos en los que intentaba verte aparecer en cada ola que llegaba hasta mí. Nunca más llegaste a aquella orilla junto a mí, a esta misma orilla en la que ahora de nuevo estoy sentada, viéndote, como entonces, ¡y esperándote cada noche! como aquella en la que permanecí inmóvil, incrédula de lo que me estaba pasando creyendo que de un momento a otro volverías para abrazarme.
Nunca apareció tu cuerpo, ni aquella noche, ni en las cuatro siguientes hasta que dieron por cerrada la búsqueda y tu desaparición, la de aquel ángel que estuvo enseñándome el cielo y que de pronto se esfumó, aunque yo nunca me cansé de esperarte, de venir a buscarte en cada noche. Aun confío, amor mío... espero que algún día, en esta misma playa, en alguna de estas frías noches, cargadas de estrellas, una de esas olas me sorprenda para verte aparecer, desnudo, saliendo de entre ellas diciéndome cuanto me amas.
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